Sínodo Diocesano de La Ceiba
Es un espacio donde conoces los avances del Sínodo Diocesano de La Ceiba
martes, 14 de agosto de 2012
martes, 24 de abril de 2012
Catequesis Logo del sínodo
Introducción:
Este domingo 29 de Abril del 2012, que litúrgicamente estamos celebrando el Día del Buen Pastor, hemos sido convocados por nuestro Obispo Monseñor Miguel Lenihan a comenzar la preparación del Primer Sínodo Diocesano, en el inicio de nuestro caminar como Iglesia particular que peregrinamos en Atlántida e Islas de la Bahía.
Uno de los signos que nos acompañará en este caminar será el logo, el cual presentamos a continuación:
El 11 de febrero del 2012 fue erigida la diócesis de La Ceiba, es así que nos embarcamos en un gran proyecto pastoral; comenzamos con el primer Sínodo Diocesano que nuestra Iglesia Diocesana celebrará y con el cual pretende:
1- Realizar un nuevo caminar sin obviar la gran riqueza con la que fuimos nutridos de la Iglesia hermana de San Pedro Sula. Ser agradecidos por el camino recorrido, siendo parte de ella en los años que fuimos sostenidos por las congregaciones misioneras que han pasado por estas tierras.
2.- Profundizar en su experiencia de fe y abrir horizontes para su testimonio y trasmisión a las nuevas generaciones.
3.- Revisar su autocomprensión como Pueblo de Dios que camina en estos Departamentos de Honduras y discernir los caminos de renovación de sus parroquias y estructuras pastorales.
4.- Ser testigo de esperanza, profeta de la dignidad de cada ciudadano y servidora fiel y eficaz de excluidos y marginados.
5.- Señalar prioridades, objetivos y líneas de acción para los planes pastorales de los próximos años.
La Barca sobre el agua
Representa a una Iglesia que navega por el mar a veces sereno, a veces tempestuoso de nuestra realidad. No se aparta de su misión de evangelizar. Atrae a los alejados a la barca para ser llevados a tierra firme.
“Se abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino, resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús, después de haber hablado a la muchedumbre desde la barca de Simón, invitó al a «remar mar adentro» para pescar: «Duc in altum» (Lc 5,4). Pedro y los primeros compañeros confiaron en la palabra de Cristo y echaron las redes. «Y habiéndolo hecho, recogieron una cantidad enorme de peces» (Lc 5,6). Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre» (Hb 13,8). (Novo Millennio Ineunte # 1)
Ahora tenemos que mirar hacia adelante, debemos «remar mar adentro», confiando en la palabra de Cristo: ¡Duc in altum!,... las experiencias vividas deben suscitar en nosotros un dinamismo nuevo, empujándonos a emplear el entusiasmo experimentado en iniciativas concretas. (NMI # 15)
La Paloma con el olivo
Representa la Paz deseada para nuestra Honduras.
El documento de Aparecida nos dice que “la paz es un bien preciado pero precario que debemos cuidar, educar y promover,” también una realidad que estamos llamados en estas tierras de Atlántida e Islas de la Bahía.
La paloma es Símbolo de la Paz desde los tiempos del “Arca de Noé”, tal como se relata en la Escritura. El Génesis 8,8-12 cuenta que después del gran diluvio, Noé mandó a una paloma para que, a través de ella, se pudiera conocer en qué condiciones había quedado la tierra después del terrible suceso que lo obligó a encerrarse en el arca. La paloma regresó trayendo una rama de olivo en el pico, signo de que había árboles que no estaban ya cubiertos por el mar y que por lo tanto ya podían dejar el arca para volver a vivir en tierra firme. Hoy que se acrecienta un clima de inseguridad y de violencia que se vive en nuestra Honduras, es urgente crear una cultura de la Paz. Los cristianos estamos llamados a ser agentes de paz.
El Sol y la Eucaristía
Representa el nuevo amanecer que viene a darnos esperanza y que nos mantiene en actitud de servicio para comenzar nuestra labor. “¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de agudizar la vista para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos.” (DA # 58)
También representa la Eucaristía que es el centro de nuestra fe. Somos una comunidad eucarística y pascual. “Contemplar el rostro de Cristo, es el «programa»… de la Iglesia en el alba del tercer milenio, invitándola a remar mar adentro en las aguas de la historia con el entusiasmo de la nueva evangelización. Contemplar a Cristo implica saber reconocerle donde quiera que Él se manifieste, en sus multiformes presencias, pero sobre todo en el Sacramento vivo de su cuerpo y de su sangre. La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es iluminada.” (Ecclesia de Eucharistia # 6)
Rom 12,1 “Por consiguiente, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es su culto racional.”
La Cruz
Es la Cruz de la nueva evangelización lanzada para nuestras tierras y es la que representa la ruta del quehacer de la Iglesia. Representa el itinerario del discípulo y misionero, todo nuestro caminar debe estar orientado a dar la vida como Cristo la dio. Esa es la Meta de esta iglesia diocesana: ser capaz de dar la vida para que otros tengan vida en Cristo.
“La Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes (Cf. Mt 9, 35-36). Él, siendo el Señor, se hizo servidor y obediente hasta la muerte de cruz (Cf. Fil 2,8); siendo rico, eligió ser pobre por nosotros, enseñándonos el itinerario de nuestra vocación de discípulos.” (DA # 31)
Lema
“Busquen primero el Reino de Dios y su justicia”. (Mt 6,33).
El gran regalo que nos hace Jesús de parte del Padre es el Reino. El reinado de Dios y su justicia. Este el centro de su vida, de todo su anuncio. Aquí está la Buena Nueva concentrada. Por ello Él entrega su vida. Dios sueña un mundo lleno de amor y de paz, Dios sueña un mundo de hermanos que todo lo comparten. En su reino no puede haber excluidos, empobrecidos, abandonados, explotados, amenazados.
Jesús comienza su predicación y nos dice: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios: arrepiéntanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1, 15). Jesús nos enseña a orar y nos propone: “Padre nuestro que estás en el cielo, Santificado sea tu Nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6,9-10). Jesús nos proclama el programa del reino y nos dice: “felices los pobres de corazón porque el reino de los cielos les pertenece… felices los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados… felices los que trabajan por la paz porque se llamarán hijos de Dios” (Mt 5,3.6.9).
Estamos llamados a acoger el reino como don gratuito, con alegría y confianza. Pero Dios también nos invita a la colaboración, al empeño personal y comunitario de todos sus seguidores con su plan salvador. La confianza y el amor llevan necesariamente al compromiso: hacer que su reino venga, hacer que reine su justicia y no la nuestra tan manoseada y corrupta, hacer que en nuestra diócesis de La Ceiba todos nos orientemos y busquemos el reino de Dios… lo demás lo recibiremos por añadidura.
Un Circulo
Expresa el sentido de una Iglesia que quiere ser Comunidad de Comunidades, una Iglesia que se renueva a la luz de Aparecida. DA # 168 “La Diócesis, en todas sus comunidades y estructuras, está llamada a ser una «comunidad misionera».”
CATEQUESIS DE LA ORACIÓN DEL SÍNODO
Padre Santo y
Compasivo,
Tú has querido salvarnos no aisladamente,
sino constituyendo un pueblo
que te reconociera en verdad
y te sirviera santamente.
Jesús, tu enviado, nos ha dicho: “busquen primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás lo recibirán por añadidura”.
Nosotros, tu pueblo que peregrina en Atlántida e Islas
de la Bahía:
Queremos contemplar con mirada de fe la celebración
del Sínodo,
al iniciar nuestra travesía como diócesis de La Ceiba.
Nos urge la pasión por el reino de Dios,
con fidelidad y audacia, con valentía y sencillez, con
humildad y verdad.
Anhelamos ardientemente
que nuestro pueblo tenga vida plena en Cristo.
Por eso renovamos nuestro compromiso
de trabajar por la Paz y la Justicia,
forjando arados de
las espadas,
respetando la dignidad de todo ser humano;
acompañando a nuestros hermanos más pobres,
excluidos y vulnerables.
Concédenos que el Sínodo Diocesano
sea una gozosa experiencia de comunión
y un ejercicio responsable de participación.
Que tu Espíritu Santo
nos encienda en el fuego de Pentecostés
para que nuestra diócesis de La Ceiba
viva en estado permanente de misión.
María, estrella de la evangelización, peregrina de la
fe,
acompaña nuestra búsqueda y anuncio del reino de Dios
y su Justicia. Amén.
Catequesis de la Oración
Padre Santo y Compasivo, Tú has querido salvarnos no aisladamente,
sino constituyendo un pueblo que te reconociera en
verdad
y te sirviera santamente.
La nueva
diócesis de La Ceiba, es una comunidad de comunidades. Comunidad de personas
llamadas y elegidas especialmente por Dios que constituimos un pueblo con una
vocación común a la Santidad.
Jesús, tu enviado, nos ha dicho: “busquen primero el reino de Dios y su
justicia, y lo demás lo recibirán por añadidura”.
El gran
regalo que nos hace Jesús de parte del Padre es el reino. El reinado de Dios y
su justicia. Este es el centro de su vida, de todo su anuncio. Aquí está la
Buena Nueva concentrada. Por ello Él entrega su vida. Dios sueña un mundo lleno
de amor y de paz, Dios sueña un mundo de hermanos que todo lo comparten. En su
reino no puede haber excluidos, empobrecidos, abandonados, explotados,
amenazados. Por ello proclamamos que hemos de seguir buscando primero el reino de
Dios y su justicia por encima de todo.
Dimensión
Pascual
La Parroquia es unos de los lugares de encuentro con
Cristo resucitado. Y en su seno existen todos aquellos "lugares de este
encuentro" que señala el Documento de Aparecida: La Palabra, la oración,
los sacramentos, la opción por los pobres, la lucha a favor de los derechos
humanos, la religiosidad popular. (DA, 246-257) Formando a los discípulos en
una espiritualidad de la acción misionera. (DA, 284)
Nosotros, tu pueblo que peregrina en Atlántida e Islas
de la Bahía:
Queremos contemplar con mirada de fe la celebración
del Sínodo,
al iniciar nuestra travesía como diócesis de La Ceiba.
Nos urge la pasión por el reino de Dios,
con fidelidad y audacia, con valentía y
sencillez,
con humildad y verdad.
Iniciamos un nuevo camino en la diócesis de La
Ceiba guiados por el amor de Dios. Deseamos ser una Iglesia de discípulos y
misioneros identificados con Jesucristo y su evangelio. Necesitamos renovado
ardor para enfrentar los desafíos
de una nueva evangelización. Nos mueve la pasión por el reino de Dios. Nos
golpea la sangre derramada de nuestro pueblo. Nos comprometemos con sencillez y
audacia a ser signos de esperanza y reconciliación.
Dimensión Misionera
El Documento de Aparecida exhorta a “entrar
decididamente en los procesos constantes de renovación misionera y de abandonar
las estructuras caducas que ya no favorecen la transmisión de la fe”. (DA, 365)
Con la exigencia constante de la conversión personal y
pastoral, que se manifiesta en el paso de una pastoral de mera conservación a
una pastoral decididamente misionera. (DA, 370)
Parte de este proceso de misión es la inculturación de
la fe que se enriquece con nuevas expresiones y valores. (DA, 479)
Anhelamos ardientemente
que nuestro pueblo tenga vida plena en Cristo.
Por eso renovamos nuestro
compromiso de trabajar por la Paz y la Justicia,
forjando arados de
las espadas,
respetando la dignidad de todo ser humano;
acompañando a nuestros hermanos más pobres,
excluidos y vulnerables.
El tesoro que
como Iglesia podemos ofrecer a nuestro pueblo es la vida que Jesús ha soñado
para toda la humanidad. En su corazón sólo hay amor. Y ese amor será la base
para construir una sociedad plena de Paz y Justicia. Somos llamados a ser
personas de paz, a forjar oportunidades y espacios de paz, a mirar a todos
nuestros hermanos como imagen de Dios llenos de dignidad. Así seremos
compañeros de camino de los más necesitados forjando nuevas esperanzas.
Dimensión Comunitaria
La Parroquia debe ser "centro de coordinación y animación de
comunidades, grupos y movimientos", Puebla
# 644. La Parroquia debe ser “red de
comunidades y grupos” D.A. # 172
Concédenos que el Sínodo Diocesano sea una gozosa
experiencia de comunión y un ejercicio responsable de participación.
Que tu Espíritu Santo nos encienda en el fuego de
Pentecostés
para que nuestra diócesis de La
Ceiba
viva en estado
permanente de misión.
Nos reconocemos
como una Iglesia misionera e impulsada por el Espíritu Santo. Reconocemos el gran trabajo y compromiso que muchos
laicos y laicas desarrollan día a día con responsabilidad y amor, en sus hogares y comunidades.
La experiencia del I Sínodo Diocesano quiere
reconocer, y profundizar, este esfuerzo y esta corresponsabilidad para que
nuestra Iglesia diocesana pueda llegar a ser una casa y escuela de comunión.
Dimensión
Samaritana
“Si
Jesús vino para que todos tengamos vida en plenitud, la parroquia tiene la
hermosa ocasión de responder a las grandes necesidades de nuestros pueblos.
Para ello, tiene que seguir el camino de Jesús y llegar a ser buena samaritana
como Él. Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su
compromiso social en los diversos medios en que ella se mueve, con toda la
imaginación de la caridad" (DA, 176).
Promoviendo
la búsqueda constante de una verdadera justicia social. (DA, 385) Además
proclamando la verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana.
(DA, 390).
María, estrella de la evangelización, peregrina
de la fe,
acompaña nuestra búsqueda y anuncio del reino
de Dios y su Justicia. Amén.
Este
camino que emprendemos no lo hacemos solos, contamos con la presencia cercana
de María Santísima, quien bajo la advocación de Nuestra Señora de Suyapa, nos
acompaña al encuentro con su Hijo y nos dice “hagan lo que él les diga”. Y Jesús, su Hijo, nos urge
a la búsqueda del reino de Dios y su justicia. La sociedad nueva que Dios
quiere para todos sus hijos.
Ella
es y será nuestra compañera de camino. Ella es peregrina de la fe con actitud
de acogida constante a lo nuevo que Dios le tenía reservado.
Con ella en nuestra mente y nuestro corazón, el Sínodo Diocesano
tendrá una buena realización. Así sea.
sábado, 21 de abril de 2012
Un Sínodo según el Derecho Canónico
El sínodo diocesano
Organización eclesiástica
Las Iglesias Particulares
El Sínodo diocesano es una asamblea de sacerdotes y otros fieles de una diócesis, que prestan su ayuda al Obispo para el bien de la comunidad diocesana. Es una institución de vieja tradición eclesiástica, que el Concilio Vaticano II , a través del Decreto “Christus Dominus” ha querido fomentar:
Número 36: Desea este santo Concilio que las venerables instituciones de los sínodos y de los concilios cobren nuevo vigor, para proveer mejor y con más eficacia al incremento de la fe y a la conservación de la disciplina en las diversas Iglesias, según los tiempos lo requieran.
El Código de Derecho Canónico lo regula en los cánones 460 al 468. Además la Santa Sede, mediante la Congregación para los Obispos y la Congregación para la Evangelización de los pueblos, ha promulgado el 19 de marzo de 1997 la Instrucción sobre los sínodos diocesanos.
El Sínodo diocesano «es a la vez y de modo inseparable acto de gobierno episcopal y acontecimiento de comunión, y manifiesta la índole de comunión jerárquica que es propia de la naturaleza profunda de la Iglesia» (Instrucción de 19 de marzo de 1997, nº 1). Por lo tanto, se puede afirmar que el Sínodo diocesano se constituye como órgano de gobierno del Obispo de la diócesis, coherentemente con la finalidad proclamada en el canon 460, de ayudar al Obispo en el gobierno de la diócesis.
La naturaleza del Sínodo queda de nuevo plasmada en la obligatoriedad de sus decisiones. Así las describe el número 2 de la Instrucción sobre los sínodos diocesanos:
Número 2: El Obispo es libre de acoger o no las opiniones manifestadas por los sinodales. Sin embargo, ello no significa ignorar su importancia, como si se tratara de un mero «asesoramiento externo», ofrecido por quien no tiene responsabilidad alguna en el resultado final del sínodo: con su experiencia y consejos, los sinodales colaboran activamente en la elaboración de las declaraciones y decretos, que serán justamente llamados «sinodales».
Los miembros del Sínodo -denominados “miembros sinodales” o simplemente “sinodales”- adquieren, por la aceptación de su nombramiento o elección, la obligación de participar activamente: su presencia en los trabajos sinodales no es una simple asistencia, sino que se encuadra en la responsabilidad de todo fiel derivada de la comunión eclesiástica, plasmada en este caso concreto en la participación activa: el hecho de que las decisiones del Sínodo no son vinculantes no excusa a los sinodales de estudiar las cuestiones planteadas. Con razón advierte la citada Instrucción que “con su experiencia y consejos, los sinodales colaboran activamente en la elaboración de las declaraciones y decretos”.
Los trabajos sinodales se ordenan a fomentar la común adhesión a la doctrina salvífica y a estimular a todos los fieles al seguimiento de Cristo. El sínodo, pues, no sólo manifiesta y traduce en la práctica la comunión diocesana, sino que también está llamado a edificarla con sus declaraciones y decretos. Es por ello necesario que los documentos sinodales propongan el Magisterio universal y apliquen la disciplina canónica a la diversidad propia de la concreta comunidad cristiana. Ciertamente es misión del Sínodo plantear los asuntos pastorales peculiares de la realidad de la Iglesia particular.
Miembros del Sínodo diocesano
El canon 463 regula quiénes participan en el Sínodo diocesano:
Canon 463 § 1: Al sínodo diocesano han de ser convocados como miembros sinodales y tienen el deber de participar en él:
1 el Obispo coadjutor y los Obispos auxiliares;
2 los Vicarios generales y los Vicarios episcopales, así como también el Vicario judicial;
3 los canónigos de la iglesia catedral;
4 los miembros del consejo presbiteral;
5 fieles laicos, también los que son miembros de institutos de vida consagrada, a elección del consejo pastoral, en la forma y número que determine el Obispo diocesano o, en defecto de este consejo, del modo que determine el Obispo;
6 el rector del seminario mayor diocesano;
7 al menos un presbítero de cada arciprestazgo o zona Pastoral, elegido por todos los que tienen en él cura de almas; asimismo se ha de elegir a otro presbítero que eventualmente sustituya al anterior en caso de impedimento;
8 algunos Superiores de institutos religiosos y de sociedades de vida apostólica que tengan casa en la diócesis, que se elegirán en el número y de la manera que determine el Obispo diocesano.
§ 2: El Obispo diocesano también puede convocar al sínodo como miembros del mismo a otras personas, tanto clérigos, como miembros de institutos de vida consagrada, como fieles laicos.
§ 3: Si lo juzga oportuno, el Obispo diocesano puede invitar al sínodo, como observadores, a algunos ministros o miembros de Iglesias o de comunidades eclesiales que no estén en comunión plena con la Iglesia católica.
La Instrucción sobre los Sínodos diocesanos en su apartado II, concreta algunas cuestiones acerca de la composición del Sínodo. Además, el número 5 de dicho apartado concreta que “El Obispo tiene el derecho y el deber de remover, mediante decreto, a cualquier sinodal, que con sus opiniones se aparte de la doctrina de la Iglesia o que rechace la autoridad episcopal, salva la posibilidad de recurso contra el decreto, según la norma del derecho”.
Convocatoria y preparación del sínodo
El Sínodo sólo lo convoca el Obispo diocesano, y no quien preside provisionalmente una Iglesia particular. El Obispo diocesano lo convoca cuando lo aconsejen las circunstancias, después de oír al consejo presbiteral. “Tales circunstancias pueden ser de naturaleza diversa: la falta de una adecuada pastoral de conjunto, la exigencia de aplicar a nivel local normas u orientaciones superiores, la existencia en el ámbito diocesano de problemas que requieren solución, la necesidad sentida de una más intensa y activa comunión eclesial, etc.” (Instrucción sobre los Sínodos diocesanos, Apartado III, a), 1).
La citada Instrucción indica que el Obispo ha de constituir una Comisión preparatoria y publicar un Reglamento.
No se ha de descuidar la preparación espiritual ya desde las primeras fases del Sínodo, especialmente mediante la petición de oraciones, en particular a las comunidades de vida contemplativa, de modo que el Sínodo diocesano se convierta en un momento de gracia para la vida diocesana.
Desarrollo del Sínodo y decisiones
El Sínodo propiamente consiste en las sesiones sinodales.
El Apartado IV de la Instrucción sobre los Sínodos diocesanos ofrece normas particulares sobre el desarrollo del Sínodo. Se pide que la celebración misma del sínodo arraigue en la oración, dando normas particulares para la ceremonia litúrgica de apertura y de clausura, se indica que los sinodales han de emitir la profesión de fe y se recuerda que “el Obispo tiene el deber de excluir de la discusión tesis o proposiciones -planteadas quizá con la pretensión de transmitir a la Santa Sede «votos» al respecto- que sean discordantes de la perenne doctrina de la Iglesia o del Magisterio Pontificio o referentes a materias disciplinarias reservadas a la autoridad suprema o a otra autoridad eclesiástica” (Apartado IV, 4).
Los miembros sinodales han de tener la posibilidad de expresar libremente sus opiniones sobre los temas propuestos a la discusión, si bien dentro de los límites temporales que marque el Reglamento.
En cuanto a las votaciones que se realicen, no tienen el objetivo de llegar a un acuerdo mayoritario vinculante, sino el de verificar el grado de concordancia de los sinodales sobre las propuestas formuladas, y así debe ser explicado. El Obispo queda libre para determinar el curso que deba darse al resultado de las votaciones, aunque hará lo posible por seguir el parecer comúnmente compartido por los sinodales, a menos que obste una grave causa, que a él corresponde evaluar «coram Domino».
Corresponde, por lo tanto, al Obispo redactar los documentos conclusivos, y los suscribe y ordena su publicación. Estos textos pueden ser verdaderos actos normativos -que se pueden llamar “Constituciones” o de otro modo- o documentos programáticos o doctrinales. Los documentos de contenido jurídico deben ser, naturalmente, de aquellas materias para las que el Obispo diocesano tiene competencias legislativas. Por eso, junto a la citada Instrucción sobre los Sínodos, la Santa Sede ha promulgado un Apéndice a la Instrucción sobre sínodos diocesanos, que enumera las competencias legislativas de los Obispos diocesanos.
Una vez promulgados los documentos sinodales, el Obispo los envía a la Congregación para los Obispos o a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
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